Jason Bourne vuelve a casa después de 3 años huyendo de aquellos que lo entrenaron para matar y vuelve dispuesto a dejar las cosas claras y en su sitio. Tras su huida por las calles de Moscú, Bourne tendrá que seguir limpiando su nombre de falsas acusaciones y aclarar su verdadera identidad en un viaje frenético y trepidante, desde Europa hasta Nueva York.
Paul Greengrass lo ha vuelto a conseguir, nos vuelve a ofrecer casi dos horas de pura emoción, pura acción, siempre tratando al espectador con respeto y consiguiendo que no apartemos la mirada de la pantalla en todo el metraje. Si con El mito de Bourne ya consiguió filmar la mejor película de acción en lo que llevamos de siglo XXI, aquí nos vuelve a demostrar que lo mismo dirige un drama hiperrealista como United 93 o un espectáculo palomitero e inteligente (adjetivos que en contadas ocasiones coinciden) como la presente última parte de la trilogia del señor Jason Bourne. Y es que Bourne es, desde que se estrenó la estupenda primera parte, un icono del cine de acción. En estos tiempos, donde lo fácil es ganar dinero haciendo películas con miles de F/X digitales, a unos notas se les ocurrió iniciar una saga de espionaje al más puro estilo setentero (adaptado a los tiempos que corren, claro) y dar a conocer al personaje creado por el novelista Robert Ludlum.
Matt Damon se convierte en el actor perfecto para el papel protagonista por su cara de niño bueno pero con mala hostia si le tocan las narices y encima está acompañado por un elenco de aupa. Joan Allen, David Strathairn, Scott Glen, Albert Finney e, incluso, Daniel Brühl y Paddy Considine en pequeño papelitos. Quizas todos esten demasiado serios pero es que en la saga Bourne pocas veces se ha visto un momento de tranquilidad o que permita relajarse.
Técnicamente, y siendo Greengrass el responsable de todo, no cabía esperar otra cosa mas que maestría en el montaje, en el uso de la música, en los movimientos de cámara y en las increibles secuencias de persecución (a pie, en moto, en coche...no importa, todas se salen). El uso de la camara en mano se muestra igual de acertado que en la primera parte y nos mete de lleno en las escenas de acción, sobre todo en la espectacular (por su capacidad para crear incertidumbre) secuencia en la estación de trenes de Waterloo o en la brillante persecución por las calles de Nueva York (no tan perfecta como la de Moscú, pero casi).
Aunque muchos acusen a Greengrass de usar la música en exceso, cosa cierta por otra parte, siempre resulta muy importante su uso, por su capacidad para crear dinamismo y porque es una música que en nada desentona con el resutado final de la historia.
En definitiva, una estupenda película de acción, de hecho, de las pocas que no nos toman el pelo y que trata al espectador con inteligencia y respeto, un estupendo final a la trilogía Bourne y sin duda y hasta el momento, la mejor película pensada para sacar algo de pasta en todo lo que llevamos de verano.
Nota: 9.
30 agosto, 2007
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