16 febrero, 2008

No es país para viejos

Llewelyn Moss es un hombre normal y corriente, veterano de la guerra de Vietnam, que en una de sus cacerías va a dar con algo que nunca imaginó. Varios cadáveres, un importante alijo de drogas y, sobre todo, dos millones de dólares que harán que su vida cambie radicalmente.

Con bastante retraso desde que la película se diera por finalizada en todos su aspectos, la nueva cinta de los hermanos Coen llega a las carteleras españolas. Precedida por un enorme éxito de crítica, las espectativas eran altísimas y, en esta ocasión, casi se cumplen.
La dirección de los Coen es sin duda alguna uno de los tres platos fuertes que tiene el film. Rodada con una precisión asombrosa y con una calma meditada y muy acertada, los famosos y respetados hermanos parecen volver a sus mejores tiempos, aquellos en que nos daban joyas como Muerte entre las flores, Fargo o El gran Lebowski (muy distintas entre sí, pero todas geniales). La manera en que nos muestran las acciones de los personajes, la forma que tienen de llevar su propio guión a la pantalla y los detalles presentes en todos y cada uno de los planos, devuelven a los Coen a primera línea de fuego.
El segundo plato fuerte de la película son sus interpretaciones. Junto con la destacadísima y aplaudida de Javier Bardem (que, simplemente, lo borda en su papel de psicópata), encontramos a un más que acertado Josh Brolin y al enorme y siempre sobresaliente Tommy Lee Jones. Aunque el film parece cosa de dos personajes (los de Bardem y Brolin), Jones es el que pone la madurez y el sentido común. Con tan sólo unas palabras o una mirada es capaz de transmitir sensaciones e ideas que otro actor sería incapaz de ofrecer.



Técnicamente, No es país para viejos cuenta con una sobresaliente fotografía. Rogers Deakins muestra el color exacto en todos los paísajes y consigue una iluminación sublime en todas las secuencias. Pero es el montaje el tercer y último plato fuerte de la función. Increiblemente pausado, introduce un ritmo muy acertado durante buena parte del metraje y, a pesar de la tranquilidad con la que parece transcurrir todo, logra atraer al espectador y lo introduce en la historia de manera ejemplar.
Pero, y es que el pero tenía que aparecer en algún momento, en la última media hora del film la cosa se tuerce. Se tuerce tanto que cuando termina el espectador no se lo cree. Los Coen usan un final tan anticlimático que dejan al público confundido. Cierran los hilos argumentales de extrañas formas y no ofrecen un final realmente claro. Habrá quien encuentre el final sobresaliente, pero después de hora y media donde se conjugan a la perfección thriller, western, humor negro y mucha violencia, los últimos minutos son tan lentos que terminan jugando una mala pasada al resultado final.



En definitiva, una notable película, que nos devuelve a los Coen en plena forma y que nos da una muestra ejemplar de dirreción, interpretación y montaje. Lástima que el final no me termine de convencer.

Nota: 7.

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