16 diciembre, 2008

JCVD

Jean-Claude Van Damme está pasando por unos momentos difíciles tanto en su vida privada como pública. Su decadencia como estrella del cine de acción es cada vez más evidente, hasta el punto de perder papeles en películas directas a video que termina protagonizando Steven Seagal. Se enfrenta a la demanda por la custodia de su hija y todas sus tarjetas de crédito están canceladas. Cuando Jean-Claude vuelve a su Bélgica natal acude a una Oficina Postal para retirar el poco efectivo que le queda y pagar a sus abogados. Pero lo que nadie espera es que "Los músculos de Bruselas" se vean envueltos en una situación de robo y secuestro. Por desgracia para Jean-Claude, esto es la vida real.

Segunda incursión cinematográfica del hasta ahora desconocido Mabrouk El Mechri. Pero, ante todo, es la recuperación de Jean-Claude Van Damme como "estrella" de cine. Y es que esta película juega con muchísimos lenguajes narrativos, visuales y metafísicos, convirtiéndola en la más interesante de las cintas protagonizadas por el astro belga. El Mechri se atreve con una película inusual, totalmente distinta a lo que se puede esperar del amigo Juan Claudio (dicho con todo el cariño, de un fan de toda la vida), una más que interesante y pensada apuesta fílmica para mostrar a los espectadores el lado más humano del actor más elástico de la historia del cine. El director se atreve a jugar con los diferentes géneros cinematográficos y con todos sus lenguajes, con montajes en paralelo, repitiendo escenas desde diferentes puntos de vista y, lo más importante, dando todo el peso de la trama a un Jean-Claude Van Damme entregadísimo, viejuno, harto de la fama y de sus perrerías.
Y es que, al igual que otro gran mito apellidado Stallone, Van Damme tenía que demostrar sus dotes actorales. El que fuera protagonista de míticas películas de acción sin pretensiones como Blanco Humano o Soldado Universal. Van Damme siempre se caracterizó por enfatizar la parte humana de sus personajes (como él mismo recuerda en el juicio), frente a los más rudos del propio Sly, Seagal o Norris. Pero nunca había tenido la oportunidad de mostrar su capacidad como actor. Y, al igual que hico Stallone en Cop Land o Rocky Balboa, Jean Claude sabe mostrar sentimientos. No va a ganar premios por ello, pero demuestra que sabe llorar, que sabe hacer lo que un director le pida. Muchos seguirán sin comprender su talento como actor de cine de acción, pero ahora al menos podrán ver el duro monólogo de Van Damme en esta cinta para darse cuenta de que también es un actor, una persona. El resto de actores estan correctos en sus papeles, pero en esta cinta sólo cabe una estrella.



Técnicamente, JCVD utiliza una saturada fotografía de Pierre-Yves Bastard, con un exceso de iluminación que recuerda por momentos a Kill Bill o Casino. El uso de la cámara documental, la correcta elección de la banda sonora, la casi ausencia de verdadera acción... todo forma parte del plan de El Mechri para ofrecer un film que apuesta por entretener al espectador mostrando un hecho que podría ocurrir de verdad. Que nadie vaya al cine esperando ver un producto lleno de acción como los que protagoniza el belga, porque sólo disfrutará con la excelente secuencia inicial. Lo mejor es ir preparado para entrar en el juego que propone El Mechri y disfrutar del show.
Porque aquí no se deja nada al azar y Van Damme o, mejor dicho, el guión, muestran divertidos momentos como el da la patada al cigarrillo, la discusión de unos dependientes de videoclub sobre la proliferación de los musulmanes como enemigos a batir en el cine USA, la admiración incondicional de los fans o la discusión sobre como Jean-Claude llevo a John Woo a Hollywood y éste se olvidó de él.
Por su puesto, JCVD no es una película perfecta, pero desde mi posición de fan del actor, no puedo dejar de apreciar los aciertos de la cinta y olvidarme un poco de sus defectos, donde destaca, precisamente, el juego metafísico que propone el film. Porque si, como espectador, no entramos en la dinámica de la historia, nos vamos a aburrir bastante.



En definitiva, y aunque parezca mentira, una de las muestras cinematográficas más interesantes de la cartelera de este año, con Van Damme dando lo mejor de si mismo. Un reflejo mordaz y meticuloso de las desgracias de un actor especialista en pegar mamporros y patadas voladoras. Porque en JCVD, no estamos viendo una película, estamos viendo la vida fuera del set de rodaje, estamos acompañando a Van Damme en sus momentos más difíciles.

Nota: 7,5.


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