05 mayo, 2007

La fuente de la vida

En la España del siglo XVI, un conquistador viaja hasta el nuevo continente para encontrar la fuente de la vida. En la actualidad, un científico busca una cura efectiva contra el cáncer. En el siglo XXVI, un hombre asciende en el infinito universo para alcanzar una estrella a punto de morir. Todos tienen el mismo objetivo, poder salvar la vida de la mujer a la que aman, así sea a través de los siglos.

En lugar de acudir como un borreguito a ver Spiderman 3 (y después del “no cometas ese error” por parte de mi colega Manolo), he optado por La fuente de la vida, cinta de Darren Aronofsky que levantó odios y pasiones a partes iguales en el pasado festival de Venecia. Estrenada hace tropecientos meses en el resto del mundo, al fin llegó a España la susodicha, aunque con un estreno bastante escaso en número de copias, cosa que tampoco es de extrañar teniendo en cuenta lo poco usual de la propuesta.
Reconozco que Pi, opera prima de Aronofsky me resultó muy original, pero no he podido ver Réquiem por un sueño. Tengo estómago de acero, pero hay cosas superiores a mis fuerzas. Con todo, esta nueva película del realizador se presenta como una original historia llena de romanticismo y de escenas espectacularmente emotivas, así como de muchas otras que el espectador no termina de entender muy bien. Aronofsky se desenvuelve bien con los actores y los efectos especiales, creando algunos momentos sobresalientes a lo largo del montaje.
Y es que, hay que reconocerlo, a este hombre se le da bien dirigir a los intérpretes. Hugh Jackman lo hace de maravilla en su triple papel, incluso nos convence como conquistador español aún sabiendo que el hombre es más australiano que un boomerang (la de cosas que enseñan Los Simpsons). Este hombre está destinado a ser uno de los grandes, y sino tiempo al tiempo. La chica de la cinta, Rachel Weisz, está tan sobresaliente como casi siempre y el personaje le viene como anillo al dedo. La química entre la pareja protagonista es muy buena y nos logran convencer y emocionar en todo momento.

Junto con la originalidad de la historia, el apartado técnico es el otro motor principal de la cinta. Aronofsky se defiende de maravilla con un presupuesto no muy elevado (en comparación con el inicialmente previsto) y saca jugo de todas las escenas que podemos considerar espectaculares. En especial, todas las imágenes que acompañan a la historia del futuro son impresionantes, en especial las de la supernova y las del espacio exterior.
La fotografía, excelente, ayuda a que nos creamos lo que estamos viendo y crea una atmósfera genial en el tramo de los mayas. La otra joya es la banda sonora, que emociona con sólo unas notas y que tiene momentos de verdadera maestría.
Pero no todo iba a ser bueno y bonito y es que, al final de la cinta, a Aronofsky se le pira la pinza y quiere unir si o si las tres tramas principales, con unos últimos minutos que confunden al espectador y crean sensaciones contradictorias (como en Venecia, unos aplaudirán y otros abuchearán).

En definitiva, una muy original propuesta que los más cinéfilos no deberían dejar de ver, aprovechando que hemos tenido la suerte de que se estrene en los cines. Además, puede ser la última vez que veamos una paja mental de Aronofsky (dicho con cariño) en pantalla grande, ya que sus próximos trabajos parecer ir en una dirección más normalita. Así que aprovechad, que en hora y media viajaremos a lo largo de diez siglos y veremos una muy bonita historia de amor (y para que a mí me guste una historia romántica…).

Nota: 8

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