02 septiembre, 2006

Alatriste

Diego Alatriste, el capitán Alatriste, tiene que hacerse cargo del pequeño Íñigo de Balboa cuando su padre le confía su educación y cuidado justo antes de morir en una batalla en tierras flamencas. Cuando el niño llega al decadente Madrid del siglo VXII, tendrá que aprender a vivir con el viejo capitán, que malvive vendiendo su espada y trabajando como mercenario al mejor postor. En uno de estos trabajos conocerá a Gualterio Malatesta, que se convertirá en su enemigo de por vida.

Dos años, hace casi dos años que se empezó a hablar de esta producción. Que si era la más cara de la historia del cine español, que si tendría grandes batallas con muchos extras, que si reflejaría la vida de la España del XVII...mil y una cosas que, al final, se han quedado en la mitad.
Y es que pretender abarcar con dos horas y media de metraje el extenso de cinco libros no era misión fácil. La dirección de Agustín Diaz Yanes pasa con visto bueno, teniendo en cuenta que se enfrentaba a la película de su vida y que en él se habían depositado las esperanzas de todos aquellos que creémos que el cine español tiene algo que decir. Pero es en el guión (que él mismo escribe), donde falla estrepitosamente la cinta.
Contar tantísimas cosas en tan poco tiempo, resulta casi imposible. Así pasamos del excelente prólogo (con una música cojonuda y unas peleas a cuchillo brutales) a una primera hora bastante confunsa y aburrida. Si, aburrida, la película es en muchas ocasiones aburrida. Cosa que no debería ser, porque la gente no quiere ver una peli de personajes, quiere ver una peli de capa y espada, con sus estocadas y sus peleas molonas.
Por otra parte tenemos a los actores. Sin duda alguna, Viggo Mortensen es el Alatriste perfecto, triste y melancólico, valiente y agotado a la vez. Su interpretación es estupenda, aunque a algunos les costara familiarizarse con la extraña voz del actor en español (parece que fuma desde los 3 años y tiene un galipollo en la garganta). Por otras parte, pocos son los interpretes españoles que están a la altura.
Antonio Dechent consigue hacer suyo el personaje que interpreta, logrando que le cojamos cariño y que suframos cuando tenemos que sufrir con él. Lo mismo ocurre con Eduard Fernández, que está muy presente en la mayoría de los planos y que consigue emocionar con su Sebastian Copons. Además, Juan Echanove como Quevedo esta soberbio, aunque quizá ayuda mucho la excelente caracterización.
El resto, pues se limitan a estar, como Noriega, Anaya, Gil, Lo Verso, Ugalde...dicen sus frases, actúan lo justo y punto. Tal vez el peor parado sea Javier Cámara, no por su interpretación, sino por el bigote super falso de cojones que lleva toda la puta peli.



Ahora bien, después de todo esto de los actores y el director, se puede sacar una cosa en claro, la peli triunfa técnicamente en muchos aspectos. Primero, en el vestuario. Yo quiero un puto sombrero de ala ancha, porque si, porque mola, porque quiero saludar a las damas cuando pasen por mi lado con la misma chulería y elegancia con que lo hace Mortensen.
Segundo, la fotografía. Paco Femenía logra una dirección de fotografía cojonuda, con una sobriedad increible, con unos claroscuros para los callejones y recovecos que da verdadero miedo ver algunas callejuelas de la peli (y lo que en ellas puede haber).
Tercero, las batallas y escenas de acción. Sinceramente, son lo mejor de la película. Es lo que, yo al menos, quería ver, lo que me interesaba saber, si estabamos al mismo nivel que los yankis. Y lo estamos, joder si lo estamos. Los ya mencionados minutos iniciales, la guerra de trincheras en Breda, el asalto al galeón con el oro del rey, las peleas con Malatesta y, sobre todo, la batalla de Rocroi. Menudo escenón, con los viejos tercios malheridos y maltrechos, acabados, casi muertos, negociando la rendición con los gabachos y Mortensen, cabeza altiva y mirada perdida diciendo "somos un tercio español". Si señor, ole tus huevos tío, que me has logrado emocionar.
Pero claro, el problema reside en que una película no puede basarse en su factura técnica, así que todo esto queda un poco deslucido por algún que otro diálogo chirriante, la banda sonora (curiosamente, no resulta lo emotiva que debería seren este tipo de producciones) y tantos momentos en los que no pasa nada (y tanto a la vez, que eso de resumir tanto texto en una par de horas...) terminan por aburrir al espectador.



Así que, en definitiva, una película del montón, con algún momento sobresaliente, pero que al final va a ser más recordada por haber sido la primera gran superproducción española de la historia que por su calidad cinematográfica.
Eso sí, esperemos que sirva como ejemplo, que los españoles nos animemos con las grandes películas, que poco a poco vayamos haciendo cosas más y más espectaculares y que algún día podamos decir: "Hey, vamos al cine, a ver una española" y que nadie diga: "esas son una mierda". Aunque para ese día, aún tienen que cambiar mucho las cosas.

Nota: 5´5.

No hay comentarios: