13 enero, 2009

RocknRolla

Londres. El magnate ruso Uri quiere comprar un terrenos en la ciudad para levantar su basto imperio inmobiliario y para agilizar los trámites y el papeleo no hay nada mejor que acuidar a Lenny Cole, un elegante mafiosillo de la Vieja Escuela. Lenny, además, tiene endeudados por dos millones de euros al "grupo salvaje", cantidad que deberán pagar en un mes para que la deuda quede olvidada. También deambulan por ahí rockeros, yonkis, atractivas contables, abogados gays, cangrejos y a, como no, un objeto codiciado por todos.

Tras convertirse en el esclavo sexual de Madonna durante unos años, rodar un bodrio de dimensiones cósmicas con su señora e intentar resucitar con Revolver (de inminente estreno en España, con unos añitos de retraso), Guy Ritchie ha vuelto a lo que mejor sabe hacer: contar historias de ladrones de tres al cuarto, con mucho humor, violencia y personajes carismáticos. El principal problema es que, aunque si bien todo el mundo, al menos sus fans más acerrimos, esperaban una nueva historia de criminales barrio bajeros, en esta ocasión el gamberro británico ha optado por ofrecer una historia de criminales más elegantes, más distinguidos, donde no están ni caben Vinnie Jones o Jason Statham, ni hay gitanos con la Santa Cena tatuada en la espalda. El principal problema es que los personajes se mueven esta vez por un mundo demasiado luminoso, sólo ensuciado por el "grupo salvaje" que lideran Gerald Butler e Idris Elba. Lo bueno, es que Ritchie sigue teniendo la capacidad de ofrecer excelentes escenas de acción, con un montaje muy rápido y con buena factura visual.
Junto a los mencionados Butler y Elba, correctos en sus papeles, tenemos a Tom Wilkinson, Thandie Newton y Karel Roden como principales intérpretes de la cinta, todos bien puestos en su sitio y ajustado a sus personajes, menos carismáticos que en anteriores cintas de Ritchie. También están por ahí Tobby Kebbel y Mark Strong, en unos personajes importantes para la trama, con algunas escenas notables y el toque especial de la voz en off del propio Strong. Por supuesto, todos con sus acentos británicos bien marcados, que para eso esto es una "Ritchiada".



Técnicamente, RocknRolla es una interesante muestra del renacer visual de su director, con un buen uso del montaje acelerado y rápido, de múltiples encuadres narrativos, notable banda sonora y varias secuencias que suceden de manera simultánea muy bien contadas. Destacar especialmente la de los matones rusos, otra constante en el cine del inglés, con su incansable presencia y pesadilla del bueno de Butler. Aunque no alcanza la brillantez de sus anteriores films como director, por la ya mencionada historia sobre ladrones de más nivel, la imagen sigue jugando un factor fundamental en el cine de Ritchie, que sigue moviendo la cámara con la misma fuerza de Lock & Stock.
Aunque no alcance los niveles de surrealismo y cachondeo que tuvieron sus dos primeras películas (sobre todo Snatch, un descojone tremendo, su mejor film sin duda), quizás por culpa del productor Joel Silver, lo cierto es que se nota la intención de Guy Ritchie de salir del pozo en el que se había metido hace unos años, de una manera u otro, por culpa de su matrimonio con Madonna. Sin ser perfecta, ni siquiera notable, RocknRolla sirve para dar un poco de luz a un filmografía que empezó con matrícula de honor y se convirtió en pura mediocridad. Sirve para que los amantes del cineasta británico sepamos que aún está vivo.



En definitiva, un buen intento por parte del director por salir del bache, aunque al final la sensación no sea la misma que con sus mejores trabajos. Pero si sigue así, puede que el Sherlock Holmes que el inglés está rodando estos días se convierta en una agradable sorpresa. De momento, RocknRolla sirve para echarse una risas con los colegas mientras nos tomamos una cerveza bien fría.

Nota: 6.

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