Randy "The ram" Robinson fue una estrella del wrestling en los años 80. En la actualidad, malvive dando espectáculos en circuitos independientes y su trayectoría profesional comienza a pasarle factura, tanto en salud como en lo emocional. Para intentar arreglar el desorden en el que vive, querrá recuperar a su hija olvidada y conseguir el amor de Cassidy, una streaper del club al que asiste a menudo.
Tras los grandes elogios conseguidos por la nueva cinta del director Darren Aronofski en el pasado Festival de Venecia, con especial mención a los comentarios alagadores del realizador Wim Wenders, llega la cinta a las carteleras de nuestro país. Y, simplemente, nos encontramos ante una gran película. Aronofski olvida sus tejemanejes visuales con los que tantos seguidores y detractores consiguió en sus anteriores films (La fuente de la vida especialmente) y hace gala de una dirección modélica, sencilla, llena de humildad y sin apenas artificios innecesarios. La naturalidad de la historia, del entorno, de los personajes y de todo lo que aparece en escena han propiciado que el director se centre unicamente en la historia, dando una notable lección como narrador y, sobre todo, como director de actores.
Que las películas de Aronoski gusten más o menos depende de eso, del gusto de cada cual, pero nadie puede negar que este señor saca lo mejor de sus intérpretes. En esta ocasión tenemos a un magnífico trío protagonista, compuesto por Mickey Rourke, Marisa Tomei y Evan Rachel Wood. Lo de Rourke no tiene nombre. No actúa, da vida a Randy. Es cierto que el personaje se puede asemejar, salvando las distancias, a la propia vida del actor, pero eso sería simplificar una excelente labor por parte del intérprete, que consigue no sólo su mejor papel, si no también un personaje inmortal dentro del cine del siglo XXI. Rourke se parte la cara literalmente, muestra todas las emociones que debe mostrar y encaja a la perfección con la historia del bueno de Ram. Marisa Tomei también sale muy beneficiada en el conjunto de sus apariciones, dando siempre una excelente muestra de interpretación, desnudándose sin pudor y siendo la pareja perfecta de Rourke. La tercera en discordia es Rachel Wood, muy decente en sus apariciones y diálogos.
En el plano técnico, El luchador es una cinta bien rodada, con una fotografía y un montaje sencillos, efectivos, muy acordes con el conjunto. Mención especial para la impresionante banda sonora, repleta de canciones metaleras de los 80 y un temazo final del maestro Bruce Springsteen. Pero lo que más destaca de este film en un sentido estrictamente técnico es la perfecta planificación de los combates. Vemos secuencias terriblemente dolorosas, a Rourke cortándose con una cuchilla para que haya sangre real. Esto no es la famosa WWE que vemos los fines de semana en televisión, son peleas mucho más brutas, mucho más salvajes.
La película no llega a aburrir en ningún momento y, aunque las semejanzas con otros títulos sean inevitables, el equipo ha sabido crear una historia propia y que es difícil de olvidar. Muchos la han querido comparar con Rocky, por el parecido entre las historias de dos perdedores en busca del éxito, de salir adelante Pero mientras que en el film protagonizado por Sylvester Stallone el potro italiano busca la consecución del sueño americano (sea lo que eso sea), aquí simplemente tenemos a un hombre solitario, que lo único que sabe hacer es sentarse en la cara de otros tíos para ganarse la vida.
En resumen, una excelente película, de obligado visionado (en v.o. por supuesto) y que, al menos a mi, me ha llegado a convencer.
Nota: 8,5.
2 comentarios:
Hubo momentos en que se me hizo un poco lenta, pero es una buena película. Mickey Rourke resurge con una interpretación a su medida, llena de matices.
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